11.27.2006

Infección

En su cuarto, solitario, el joven mira la hipodérmica con detenimiento. Una ventana, observa a los grupos de muchachos allá afuera, jugando. Sabe que en sus manos tiene una mezcla de sepas y virus que lo enfermarían de forma mortal. Se inyecta. Ya no será discriminado, feliz, sonriente, sale a integrarse a las legiones infectadas.

Terminal

La hombre y su esposa, sus hijos, esperaban nerviosos a la llegada del médico. El pasillo del hospital, el aroma, la luz blanca que da tonos artificiales al aire. Todas las personas moviéndose de un lado al otro, silenciosos, en sus propias obligaciones o sus tragedias particulares. El médico llega. Díganos doctor, por favor, le dice el hombre. Le pone la mano temblorosa en el antebrazo. Los ojos de toda la familia viajan del sobre donde seguramente están los estudios del abuelo, al rostro glacial del médico. Lo siento, les dice el en tono seco. No es un paciente terminal. El gimoteo, el llanto. ¿Está seguro? pregunta aún aferrado el padre. Tendrán que ser fuertes, les dice antes de seguir su camino, aun le quedan diez o veinte años. El anciano dentro del cuarto, sano y rozagante, sonríe con malicia.

11.22.2006

Disculpas de nuevo

Una disculpa si esta semana no publicó nuevo cuento corto. La semana pasada nos sorprendierón con la noticia de que mi compañia actual se muda a Monterrey. La perspectiva de quedarme sin trabajo en un tiempo mas o menos indefinido me ha estresado un poco, asi como la chamba que de repente se multiplica. Por si fuera poco, ayer tuve que estar hospitalizado un par de horas en la tarde por una intoxicación que aun no se a que se debió, pero sigo llenó de ronchas. Tal vez debería irme a hacer una limpia, ja.

Pero no todo son malas noticias, les dejó una imágen de la que es probablemente la portada del que será mi segundo libro. Este se estrenará en la FIL, en el stand de Paraiso Perdido. Se que esto es comercial, pero bueno, si no lo presumo yo ¿quién?. La presentación oficial será posiblemente hasta enero.

11.14.2006

Los invitamos


La Voz de la Esfinge

El último

Al salir de la cueva formada por las ruinas se dio cuenta de que era el fin. La ciudad estaba demolida, cuerpos putrefactos llenaban las banquetas. Los autos eran testimonio de un Apocalipsis efectivo, inmediato, inesperado. Anduvo días, meses. Se sentía solo. Antes del final ya era una persona solitaria, sortero siempre a la espera de una relación mágica con una chica hermosa. Al cumplir un año como ermitaño en un mundo muerto tomó la decisión. Encontró fácilmente una pistola. Se dio un tiro en medio de una plaza abandonada. Sus últimas palabras fueron: ¡Quiero una mujer! El ruido atrajo a las neoamazonas, que saliendo de sus escondites subterráneos, vieron con tristeza que el hombre que esperaban con tanta calentura, se había ido. Aun tenían esperanzas.

11.06.2006

Vesubio

Se enamoro de ella. Hoy da el gran paso. Sabe que no debiera, que podría perderlo todo, pero no soporta más. La lleva a su casa, la pasea por todas las habitaciones. La recuesta en la cama. La acaricia por cada centímetro del cuerpo.

Fue amor a primera vista. Desde el primer momento le pareció la mujer más bella que jamás haya existido. Día a día, en el laboratorio, la observaba en silencio. Un día empezó a hablarle, poco después se animo a tocar su mano. Antes de darse cuenta pasaban todo el tiempo juntos.

La cubre con la cobija. El arqueólogo la besa. La desnuda. Toca la ceniza comprimida con delicadeza. Mira el rostro de la chica momificada. Se lamenta por que en cientos de años no ha vuelto a nacer alguien tan hermoso. Al amanecer solo encuentra una masa indefinible de polvo gris y húmedo. Llora amargamente durante semanas. Decidido a reponerse, regresa a las ruinas de Pompeya, convencido de que su amada tenia alguna hermana, prima o pariente que también fue sepultada en la erupción del Vesubio.