12.04.2007

Cadenero


El joven K esta en la fila que avanza lentamente. Nerviosos, jóvenes de varias edades hacen fila esperando que el cadenero los deje entrar.


“Tú si, él no”, decide el sujeto que hace las veces de juez y guardián. Una chica abandona a su novio que, aun confundido al pensar que preferían ir “juntos” a otro lugar le grita que allí mismo la espera. Tres amigas dejan a una cuarta, a la cual desconocen a pesar de los quince años de amistad. Él espera aún más preocupado, este debe ser el bueno, aquí si entraré, se dice a si mismo.


Al llegar su turno el cadenero lo mira con algo de sorpresa. Mis cálculos estaba correctos, piensa él con alegría, esbozando una sonrisa en la cara. El guardián se detiene ante el rostro de K. Piensa que debe estar soñando, que sus ojos están cansados, que simplemente la falta de luz le engaña. Todos a su alrededor, los chicos anhelantes por pasar, los compañeros que registran a los aceptados, se percatan del parecido. Podrían ser gemelos, dice alguien en un susurro. La confusión aumenta cuando K muestra su identificación. El nombre escrito en ella es el mismo que toda la vida ha tenido el cadenero. El año, mes y día de nacimiento también coinciden, incluso la firma.

El dueño de la credencial da un paso, el otro idéntico a él lo detiene. Lo revisa de abajo a arriba con la mirada. Un gesto de desagrado se forma en sus labios. Debe ser una broma, le dice con coraje, si yo fuera un adefesio como tú mejor me habría ido a otro mundo. Un empujón basto para que K entendiera el mensaje.

Cabizbajo, camina hasta llegar a un sitio solitario. Recuerda una noche de años atrás, en que humillado por el musculoso cadenero de un antro, fue despreciado por una chica que lo sentencio al dejarlo afuera: “Ni aunque tú fueras el cadenero te dejarías entrar a ti mismo”. ¡Se equivoca!, grita K al sentir de nuevo aquel coraje, ¡Se que encontraré el lugar donde yo sea el aceptado! Toma en sus manos el dispositivo que permanecía oculto en su chamarra. Presiona unos cuantos botones y, desapareciendo en medio de centellas eléctricas, se dispone a seguir viajando entre las realidades alternas.

1 comentario:

Alejandro Vargas dijo...

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No, sin palabras. Genial!!!