11.27.2006

Terminal

La hombre y su esposa, sus hijos, esperaban nerviosos a la llegada del médico. El pasillo del hospital, el aroma, la luz blanca que da tonos artificiales al aire. Todas las personas moviéndose de un lado al otro, silenciosos, en sus propias obligaciones o sus tragedias particulares. El médico llega. Díganos doctor, por favor, le dice el hombre. Le pone la mano temblorosa en el antebrazo. Los ojos de toda la familia viajan del sobre donde seguramente están los estudios del abuelo, al rostro glacial del médico. Lo siento, les dice el en tono seco. No es un paciente terminal. El gimoteo, el llanto. ¿Está seguro? pregunta aún aferrado el padre. Tendrán que ser fuertes, les dice antes de seguir su camino, aun le quedan diez o veinte años. El anciano dentro del cuarto, sano y rozagante, sonríe con malicia.

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